La glucosa proporciona energía a millones de células de nuestro cuerpo. Para que esto de lugar se necesita de la insulina, una hormona que segrega el páncreas. En la diabetes de tipo 1 el organismo produce muy poca o ninguna insulina, en la de tipo 2 el cuerpo si la fabrica pero no la suficiente. Además a las células les cuesta absorber esta hormona, “síndrome de resistencia a la insulina”. El resultado en ambos casos es células hambrientas y peligrosos niveles de azúcar en sangre. La diabetes de tipo 1 surge cuando el sistema inmunológico ataca las células beta del páncreas, que son las productoras de insulina. Es una enfermedad autoinmune. Algunos factores que pueden provocar esta reacción inmunológica son los virus, sustancias toxicas y ciertos medicamentos. También existe una predisposición genética. Aunque el factor genético es más evidente en el tipo 2.
Los científicos están estudiando la relación entre los genes y la obesidad, y cómo el exceso de grasa parece fomentar la resistencia a la insulina en personas predispuestas genéticamente.
La función del páncreas es mantener los niveles de azúcar en la sangre estables y en equilibrio, liberando la cantidad exacta de insulina necesaria para compensar las subidas y bajadas de glucosa que se producen durante el día.Cuando no se produce suficiente insulina la glucosa se acumula en la sangre y causa la hiperglucemia. El hígado ayuda al páncreas a controlar los niveles de glucosa transformando el exceso de esta en glucógeno y almacenándolo.
“ La verdad sobre el azúcar” : no es verdad que comer mucho azúcar cause la diabetes. Está demostrado en el campo médico que ganar peso sin importar cuanto azúcar se coma eleva el riesgo de contraer diabetes. Así que tomar demasiado azúcar no es saludable pues no alimenta y contribuye a la obesidad. Otro error es pensar que los diabéticos tienen un ansia incontrolable de dulces. La realidad es que sienten la misma atracción por ellos que el resto de la población. Cuando no se controla, la diabetes puede despertar el hambre, pero no el deseo forzoso de tomar azúcar. Una alimentación rica en fructosa (el azúcar de las frutas) puede causar resistencia a la insulina, e incluso diabetes sin importar cuál sea su peso.